Con 71 años de edad, continúa siendo la creación más joven de la playa.
Los días en los cuales se consideraba que un bikini era sólo para mujeres esculturales han quedado en el olvido. Hoy, el panorama ofrece un diseño para cada tipo de silueta: curvy, petite, estilizada, atlética, robusta, etcétera. Las aportaciones culturales de la moda no han sido pocas, y el traje de baño de dos piezas es, quizá, una de las más rentables. Ejemplo: la escena del filme Dr. No (1962) en la que Ursula Andress emerge del océano con un sensual modelo, acompañado por un cuchillo ceñido a la cadera. La memoria social del siglo XX no sería la misma sin el bikini, del cual hay varios fun facts que debes conocer.
El día que cambió la historia El 5 de julio de 1946 aparece marcado con rojo en el almanaque de la moda, pues fue el día que los veranos femeninos cambiaron para siempre con la presentación de esta diminuta prenda. No obstante, en la Roma imperial las mujeres ya usaban un indumento muy similar para ejercitarse en el gymasium, como lo muestran los murales de la Villa Imperial, Piazza Armenia, en Sicilia. Además, hay registros fotográficos que muestran a chicas de los años 30 con bañadores de dos piezas, obviamente con mucha más tela de la que se utilizaría en las décadas subsecuentes.
Dos papás y una madrina Lo lanzaron simultáneamente Louis Réard, un diseñador poco conocido, y Jacques Heim, quien tenía más renombre. Ambos se autoproclamaron inventores de esta pieza, y tanto los investigadores como los historiadores les dan crédito a ambos. Heim publicitaba la creación como “el traje de baño más pequeño del mundo”, y su rival contraatacó promocionándolo como “más pequeño que el traje de baño más pequeño del mundo”. Réard tuvo problemas para hallar una modelo dispuesta a posar en público con sólo cuatro triángulos de tela pero, finalmente, una bailarina nudista de origen italiano irrumpió en la piscina Molitor de París con el bañador que se volvería sinónimo de escándalo. Su nombre: Michelini Bernardini.
El bikini no se llamaba así Inicialmente, Heim nombró a su obra Atome, pero cuando aquel mismo año Estados Unidos realizó pruebas atómicas en el atolón Bikini del Pacífico, la prenda se rebautizó. Se cuenta que la idea del nombre no fue de ninguno de los dos diseñadores, sino de la propia Bernardini, quien comentó que tan provocativa prenda sería incluso más potente que las bombas lanzadas en Bikini.
Newspaper Print Ni flores, ni rayitas marineras, ni lunares, ni estrellas, ni peces, ni animal print. El primer estampado del bikini fue bastante avant-garde para su época: páginas de un diario francés, lo cual, si se lee entrelíneas, indica que esta creación estaba destinada a innovar no sólo por sus minúsculas dimensiones, sino también por fungir como un extraordinario soporte para los más inusuales gráficos, cortes, ornamentos, materiales y mensajes eróticos.
Primero fue repudiado; después, amado “Los retazos de tela con cordones”, como despectivamente se le catalogaba en un principio, provocó una indignación tan grande como la curiosidad que despertaba. Inmoral, pecaminoso, vulgar, incorrecto y causante de disturbios, el bikini sufrió de mala prensa durante varios años. De hecho, estuvo prohibido en diversos balnearios hasta 1968, cuando ya nadie se persignaba al verlo. Pero antes, para mantener el decoro, guardias policiales armados con cinta métrica recorrían las playas francesas para medir los bikinis y cerciorarse que no fuesen demasiado “breves”. La aceptación masiva ocurrió entre 1952 y 1953, y corrió a cargo de dos bellezas rubias, una francesa y otra estadounidense: Brigitte Bardot y Marilyn Monroe, quienes no tuvieron ningún empacho en presumir sus curvilíneas siluetas en sendos modelitos.
Versiones mutantes Monokini, trikini, tankini… A partir del mitológico dos piezas, la cantidad de variantes y derivados que la industria del vestido ha generado es, por decir lo menos, apabullante. Confeccionado en todas las formas tamaños, colores y texturas imaginables, el bikini se ha convertido en punto de partida para la reinvención estética, tecnológica y conceptual. Prueba de ello es el burkini, un traje de baño especialmente ideado para las mujeres musulmanas, que sólo deja al descubierto la cara, las manos y los pies. Salió al mercado por primera vez en Australia en 2003, donde fue un éxito: en un mes se vendieron nueve mil unidades a un precio aproximado de 100 euros cada una. ¿La creadora? Aheda Zanetti, una diseñadora australiana de origen libanés.
Pero hay más: el facekini, una máscara que protege del sol. En teoría, fue inventado en 2012 por una diseñadora japonesa para evitar que las mujeres chinas adquieran el tono bsronceado al que aspiran tantos occidentales. Y es que en “gigante asiático” sigue existiendo aversión por la piel morena, pues suele asociarse al trabajo en el campo y es señal de un estatus social bajo. El facekini –que no deja de ser un horrible pasamontañas hecho de nylon con agujeros para los ojos, la nariz y los labios– evita que el sol toque el cutis y permite a las mujeres seguir luciendo la codiciada blancura de su piel.